¡LA APOLOGÉTICA ME CAMBIÓ LA VIDA!

Llevo el escepticismo en mi ADN. Probablemente por eso terminé combinando el estudio de leyes y el periodismo, y llegué a ser editor legal en The Chicago Tribune, donde siempre me ocupé de manera implacable de verificar los hechos. Sin duda ese antecedente más tarde me motivó a realizar un examen minucioso de las pruebas de la fe cristiana (sea que resultaran positivas o negativas), como manera de sondear su legitimidad.
Yo era cínico en 10 espiritual y, durante la secundaria, me volví ateo. Me resultaba tan absurdo el concepto de un creador del universo, alguien todopoderoso, omnisciente y todo amor, que en mi opinión ni siquiera merecía una investigación seria. Consideraba que no era Dios quien había creado a las personas, sino que estas habían creado a Dios por temor a la muerte y por el deseo de vivir para siempre en un lugar de utopía al que llamaban cielo.
Me casé con una mujer agnóstica llamada Leslie. Algunos años después, ella llegó con la peor noticia que podría darme: había decidido seguir a Jesús. Mi primer pensamiento fue que se convertiría en una religiosa fanática que perdería todo su tiempo sirviendo en algún comedor para pobres. Imaginé que el divorcio era inevitable.
Pero ocurrió algo sorprendente: durante los meses siguientes, comencé a observar cambios favorables en su carácter, en sus valores y en la manera en que se relacionaba conmigo y con nuestros hijos. La transformación era encantadora y me atraía. De modo que cuando me invitó a acompañarla a la iglesia, decidí aceptar.
El pastor hizo una presentación titulada «Cristianismo básico», en la que mencionó con claridad los puntos esenciales de la fe. ¿Logró derrumbar mi ateísmo ese día? No del todo, pero llegué a la conclusión de que si lo que estaba diciendo el predicador era verdad, tendría consecuencias enormes para mi vida.
En ese momento, decidí aplicar mi experiencia como periodista a la investigación de la credibilidad del cristianismo y de cualquier otro sistema de fe. Resolví mantener una actitud receptiva a ideas diferentes y dirigirme hacia donde me llevaran las pruebas, aun si me guiaban a alguna conclusión incómoda. En un sentido, era verificar la historia más grande de toda mi carrera.
Al principio pensé que se trataría de una investigación breve. En mi opinión, tener «fe» significaba que uno creía en algo, aunque en el fondo supiera que no podía ser cierto. Suponía que en breve descubriría datos que devastarían al cristianismo. Sin embargo, mientras devoraba libros de autores ateos y cristianos, entrevistaba a científicos y teólogos, y estudiaba arqueología, historia antigua y religiones universales, me sentí fascinado al comprobar que el fundamento fáctico del cristianismo era mucho más firme de lo que yo creía.
Gran parte de mi investigación se enfocó en la ciencia, un campo donde los descubrimientos más recientes han cimentado las conclusiones de mi investigación inicial. Por ejemplo, los cosmólogos actualmente concuerdan en que el universo y el tiempo comenzaron a existir en algún punto del pasado finito. La lógica es inexorable: todo lo que comienza a existir tiene una causa, el universo comenzó a existir y, por 10 tanto, tiene una causa. Resulta coherente que esta causa debe ser inmaterial, atemporal, poderosa e inteligente.
Más aun, durante los últimos 50 años, los eruditos en física han descubierto que, a fin de que exista la vida, hay leyes y constantes del universo (tales como la fuerza de gravedad y la constante cosmológica) que están en fina sintonía con una precisión inexplicable. La exactitud es tan asombrosa que cuestiona la explicación del puro azar.
La Información biológica en el ADN también señala hacia un Creador. Cada una de nuestras células contiene el conjunto exacto de instrucciones para cada proteína de la Que está compuesto nuestro cuerpo, y pueden ordenarse en un alfabeto químico de cuatro letras. La naturaleza puede producir diseños, pero cuando nos encontramos con información, sea en un libro o en un programa de computación, sabemos que detrás de ello hay una inteligencia. Más aun, los científicos están encontrando mecanismos biológicos complejos a nivel celular que cuestionan la teoría darwiniana y se explican mejor como la obra de un Diseñador Inteligente.
Para mi asombro, terminé convencido por las evidencias de Que la ciencia respalda la existencia de un Creador que se parece sospechosamente al Dios de la Biblia. Incentivado por mis descubrimientos, dirigí mi interés hacia la historia.
Descubrí Que Jesús, y sólo Jesús, cumplió las antiguas profecías mesiánicas, contra todas las probabilidades matemáticas. Llegué a la conclusión de que el NT está basado en testimonio ocular y resiste las evaluaciones que los historiadores habitualmente realizan para determinar su confiabilidad. Comprobé que la Biblia fue pasando de generación en generación a lo largo de los años con una notable fidelidad.
Pero el tema crítico en mi caso fue la resurrección de Jesús. Cualquiera puede declararse Hijo de Dios, y no hay duda de Que Él lo hizo. La cuestión era si Jesús podía respaldar esa afirmación regresando milagrosamente de la muerte.
Uno a uno, los datos van construyendo un argumento convincente e inapelable. El hecho de Que Jesús murió crucificado es tan cierto como cualquier otro suceso de la antigüedad. Los relatos de la resurrección surgieron con demasiada inmediatez como para ser producto de una leyenda. Hasta los enemigos de Jesús admitieron que la tumba estaba vacía la mañana de la resurrección. Y los encuentros de testigos oculares con el Jesús resucitado no pueden descartarse como si se trataran de meras alucinaciones o expresiones de deseo.
Todo lo dicho aquí apenas abarca la superficie de lo que descubrí en casi dos años de investigación. Francamente, me sentí impresionado por la profundidad y la amplitud del caso del cristianismo. Y por ser una persona entrenada en periodismo y leyes, sentí que no me quedaba otra alternativa que responder a los hechos.
De modo Que el 8 de noviembre de 1981 di un paso de fe en la misma dirección en la Que señalaban las pruebas, una decisión absolutamente racional, y me convertí en un seguidor de Jesús. Y con el paso del tiempo, de la misma manera que ocurrió con mi esposa, mi carácter, mis valores y mis prioridades comenzaron a cambiar para bien.
La apologética resultó ser el eje de mi vida y de mi eternidad. Estoy agradecido por los eruditos Que con tanta pasión y eficiencia defienden la verdad del cristianismo. Y en la actualidad, la meta de mi vida es hacer un aporte para ayudar a otros a encontrar respuestas a esas preguntas Que entorpecen su camino espiritual hacia Cristo.